martes, 8 de abril de 2014
¿Retornando a la ficción o ficcionando el retorno?
Abro la puerta que chirría, las telarañas a modo de cortinas atenúan la claridad que entra por la ventana. Predomina el silencio y no se intuyen rastros de vida. Las palabras convertidas en polvo se acumulan y el abandono invade el espacio donde en otro tiempo hubo ilusión y ajetreo. Miro alrededor sin la ilusión de antaño y, aunque me gustaría viajar en el tiempo para retomar el camino sé que ya no es posible. Pienso en dar la vuelta y marcharme de nuevo, pero me quedo allí, anclado, mirando hacia el final del pasillo
Del fondo surge un niño desdibujado, una imagen intermitente e irregular que parece sacada del Cinexin. Se puede ver la rugosidad del gotelé estampando sus ropas.
—¿Tú quién eres?, ¿a qué has venido?
—Soy Juliki. Vivo aquí y he regresado.
—Eso es falso. Yo soy quien vive aquí; solo, desde hace meses.
Su mirada me resulta familiar y esa forma de enfurruñarse me acelera el pulso.
—Bueno, es que tuve que ausentarme.
—¿No sería huir?
—No no, tuve que buscar trabajo, subsistir, encontrarme...
—¿Seguro? Pues suena a excusa.
—Tú que sabrás. No me conoces.
—Pues me suenas… Sí, ¡ahora caigo! Eres el señor de los miedos, el cobarde ese, el jodido adulto que no sabe crecer ni vivir
—¿Y tú qué cojones eres?
—¿Te lo tengo que explicar? Lo que me faltaba además de cagón te has dejado idiotizar y eres incapaz ni de reconocerte.
—Ya está bien de insultos. O te callas o...
—¿Qué vas a hacer: ignorarme, encerrarme de nuevo o... eliminarme tal vez? No puedes. Te remuerde la conciencia y por eso has vuelto. No sabes vivir en el mundo de los adultos sin ilusión alguna. No puedes calzarte las anteojeras y dejar pasar los días mirando hacia otro lado; dejándote llevar por la rutina con su nana dulce de cotidianeidad que usas como sucedáneo de realidad. Esa vida te anula, te consume y acaba apagándote. Necesitas alicientes, que las historias que te rodean no pasen como un carrusel gris ante ti; necesitas dejar de ser espectador y vivir tus propios conflictos; necesitas convertirte en el protagonista de tu propia vida y despertar del letargo. Y me necesitas a mí para hacerlo.
—Yo no necesito a nadie y menos a ti.
—Ya. Por eso me-te encierras e intentas no pensar. Me gustabas más cuando al menos escribías.
—Estoy en ello.
—¡Ah, sí! ¿Cuándo fue la última vez que creaste algo?, ¿recuerdas tu último escrito?, ¿la fecha de tu último relato?
—He estado ocupado. Leyendo, intentando aprender más...
—Parapetado tras los libros para no enfrentarte al miedo a no escribir, dejando a tus personajes morir de inacción y lo que es peor negándote a vivir o a intentarlo al menos. Siempre usando idénticas estrategias para no afrontar la vida y no sentarte a escribir. Parecen las excusas de un niño asustado.
—Y qué si estoy asustado. Joder, no me gusta el mundo en el que vivo.
—Cámbialo.
—No se puede cambiar.
—¿Seguro? Reescríbelo entonces, móntate una ficción, recrea otra realidad y así al menos sacarás fuera todo eso que te asusta y te hace daño.
—No es tan fácil.
—Vivir no es fácil. Dejar de hacerlo tampoco. Consumirse en la encrucijada sin hacer nada no es solución.
—Pudiera ser.
—¿Recuerdas para que empezaste a escribir?
—Para pensar por escrito, aclarar ideas y sentimientos, creo.
—Quizás no todo esté perdido si aún recuerdas eso.
—¿Tú crees? ¿Aunque reine la confusión en mi interior?
—Escríbelo y ya veremos.
Juliki retirando telarañas y engrasando puertas
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