Hay días que sin ser especiales son afortunados. Hoy salí del trabajo cansado, un nuevo día anodino que paso sin mas. Iba pensando a que dedicaría el resto de la tarde cuando, llovida del cielo y con gran estruendo, una escoba aterrizó a mis pies. Mire al cielo ante la posibilidad que tras la escoba cayera del cielo la bruja que la pilotaba y esta si acabara por aplastarme. No, en el cielo solo se veía un azul uniforme y un sol atronador que lo llenaba todo de una luz cegadora. ¿De donde había surgido el cepillo? Observé al edificio contiguo y allí encaramado en un balcón, un renacuajo con sonrisa picarona y mirada traviesa se manoseaba el pito sin decir ni pío.
- ¿La has tirado tu?
Silencio mas sonriente aun.
- Anda, avisa a mamá.
Se balanceo ligeramente mientras seguía jugando con el "muñeco".
- Hola, hay alguien en la casa, ¿podría asomarse alguien por favor?.
Salió la que debía ser la abuela.
-Que el niño debe haber tirado la escoba, te la dejo aquí junto al portal ...
- Ah, vale muchas gracias, ahora bajo por ella.
Seguí mi camino, incapaz de volver a mis pensamientos. El canijo me había contagiado su sonrisa cómplice. Había tenido suerte, la escoba asesina no logró su objetivo, seguía vivo y sonriente y eso, hoy por hoy, es una enorme fortuna.
Juliki (Esquivando obstáculos)
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