Se supone que mi casa, como mi vida, debería empezar hoy a estar en fase de reconstrucción. Después de varios años de obra en la Comunidad que me obligaron a abandonar mi casa durante unos meses para las reparaciones mayores, hoy, venían los obreros a hacer los remates y reparaciones menores. La verdad es que es para rematarlos a ellos, porque esos daños "menores" son consecuencia de hacer mal el trabajo, de estar con la ñapa a cuestas, con el "pues ya se arregla luego" y el "eso no es na". Pero uno que no entiende ni de construcción ni de como funciona el mundo, se calla y se aguanta por no discutir y solo desea que acaben de una puta vez para que el polvo que cubre la casa desaparezca o se transforme y sea de otro tipo.
Igual me he levantado pesimista, no
sería raro en mí, pero creo que no van a acabar tan pronto como dijeron. Me
baso en mi experiencia anterior, porque lo “gordo” iban a hacerlo en un mes y
se tiraron cuatro o cinco; no lo sé con exactitud, me he esforzado en
olvidarlo. Pero me baso sobre todo en un principio de planificación esencial en
toda tarea: para acabar hay que empezar primero.
¿Y que jodido galimatías es este?
Sencillo. He quedado con ellos a las nueve de la mañana, son las doce y aquí no
se ha presentado ni el Tato. ¿El concepto quedamos tal día a tal hora es tan
difícil de entender?
Odio la impuntualidad y a los
impresentables. ¡Y aún tendré que poner buena cara y dar las gracias para que
me hagan bien el trabajo! Igual soy demasiado exigente o se me nota demasiado
en la cara que soy gilipollas, y eso, no es bueno.
Juliki enfadicado, para variar
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