Se acerca la fecha y aunque me esfuerzo por no pensar en ello, es indudable que mis neuronas andan tras el tema. En unos días se cumplirá un año desde el glorioso instante en que mi jefe tuvo a bien despedirme o utilizando el eufemismo, prescindir de mis servicios. Recuerdo la conversación, no porque fuera significativa sino porque me pilló descolocado, con la mente puesta en acabar la tarea del día, intentando rematar mi trabajo lo mejor posible.
—Puedes parar un momento, tenemos
algo que decirte.
—Acabo de limpiar esto y voy.
—Ya lo limpias luego.
—Cómo quieras, dime.
El silencio, que se prolongaba
demasiado, debería haberme puesto alerta.
—Ya sabes como está todo y lo que
hay.
—¿Y? —pregunté tras otro silencio
eterno, pensando en que o se daba prisa o se me secaba la pintura en la
pantalla
—Pues ya te imaginas, ¿no?
—¿El qué? —volví a preguntar y es
que hay que ser gilipollas para no haberlo visto venir.
—¿Qué no podemos seguir pagándote y
tenemos que prescindir de ti?
—Ah, ¿y cuándo? —murmuré encajando
el derechazo, aún preocupado por la pintura.
—Pues desde ya, mañana la gestoría
nos envía los papeles.
Y como es costumbre en mí, me fui a
rumiar la información recibida mientras limpiaba la pintura ya totalmente seca.
Desde ese "ya" ha pasado
un año, 52 semanas, 365 días, 8760 horas y una puñaera de minutos que
superan el medio millón. ¿Es mucho? Así visto y comparado con la inmensidad del
mar, una nimiedad, pero cada mañana, cuando me levanto a las siete menos cuarto
con ganas de comerme el mundo y dar lo mejor de mí me parece una losa
insalvable. El tic-tac del reloj se ha convertido en una especie de cuenta
atrás que no sé muy bien qué anuncia o que bomba va a detonar. Podría estar
disfrutando del momento, levantándome tarde y aprovechando el tiempo para ese
ocio subvencionado por el INEM, o como se llame ahora, que te permite cobrar
sin producir. Pero a mí lo que realmente me pone es producir, cobrar también,
pero menos.
Sí, lo sé. Soy un enfermo,
incorregible, incurable. Quiero trabajar, me gusta trabajar, esforzarme por
hacerlo mejor cada día, sea la labor que sea.
Tal vez han decidido intentar
curarme ¿Será el desempleo una medicina? Si lo es alguien se ha confundido de
diagnóstico, de receta o de dosis porque la verdad es que un año después no he
mejorado nada y sigo queriendo trabajar.
Juliki, el desempleado que nunca
quiso serlo
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