Sería bonito que renacieran las ganas de contar, de inventar historias o al menos el deseo de ficcionar la realidad como forma de escapar de ella. No no se trata de huir; es más bien una forma de salir a flote, de echar una pizca de sal a la rutina, de maquillar la cotidianidad para que se haga más digerible. Un intento de tener al final del día la sensación de haber vivido y no ser una sombra que pulula.
Por eso hoy, en un momento de descuido, me pego un cartel en la chepa: Volveré a escribir.
Y me paseo ajeno, despertando carcajadas ante una burla que, un año más, se repite. El autoengaño perpetuo que jamás provoca ganas de reír.
Juliki zaherido
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