He estado fuera, cambiando de aires, que aunque suena un tanto insustancial, es imprescindible para renovar energías, para afrontar nuevamente ese día a día que de nuevo nos acecha.
Me perdí en un pueblecito apartado, tranquilo, sin tiendas, casi sin bares; prescindiendo de ordenador, de televisión …, sin interferencias. Vida básica: Comer, leer, pasear, volver a leer ... Pensar lo justo. He estado llenando los ojos de imágenes, de ideas, de historias, de personajes variopintos, de tranquilidad y sosiego. Solamente dos descuidos de los que poder autoinculparme: No he analizado como arreglar mi existencia y no he escrito.
Lo primero no me preocupa, total hay cosas que ni cambian ni tienen arreglo; y lo segundo tampoco me inquieta. Tengo mucho tiempo por delante para ir haciéndolo; porque sí, porque me gusta y me apetece, pero sin que constituya una nueva obligación.
Aun estoy aterrizando, volviendo a la realidad, esta que ahora toca. Ya tengo internet en casa, he puesto la lavadora, la compra esta hecha y me dispongo a leer.
Echo de menos el frescor de las losas del patio, el vuelo juguetón de las golondrinas que se persiguen incansables, antes de posarse a mirarnos con curiosidad. Falta el té de la tarde a la sombra de la higuera y el pausado letargo en la hamaca que acontece tras la comida. Incluso por un instante, llegué a extrañar ese zumbido empalagoso, ese revoloteo insufrible de las moscas alrededor. Muevo la mano irreflexivamente para espantarlas de mi imaginación, pero posiblemente ellas tampoco estén allí.
Juliki (de retorno)
bienvenido
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