martes, 2 de julio de 2013

El resurgir veraniego del extinto


Han pasado dos años desde aquel día en el que al terminar mi jornada laboral fui obsequiado con un: “nos vemos obligados a prescindir de tus servicios”. ¿Delicadeza o eufemismo? Da igual. Ya poco importa.
Muchas cosas han ocurrido en mi vida desde entonces. En este tiempo he cruzado el umbral de los 45. Esa edad en la que uno deja de ser un trabajador apto y con experiencia  para convertirse en alguien gris que, según los entendidos, seguramente no vuelva ha encontrar curro nunca más. Si ser mano de obra barata  es frustrante imaginaros las expectativas cuando uno pasa a ser mano de obra imposible. No, no se puede explicar. Solo sentirlo cada mañana al abrir los ojos y resistir.
En estos meses, por eso de no rendirse, me he aventurado y he sobrevivido a dos oposiciones. Con la primera naufragué por el óxido acumulado tras quince años sin ser químico, aunque mi título afirmara lo contrario. Pagué además el precio de la inexperiencia, la bisoñez del que cree que con esfuerzo y dedicación todo es posible. ¿Lo es? Quiero seguir pensando que a veces sí. Por eso volví a intentarlo.
De la segunda, cuyos resultados aún desconozco, pero no albergo esperanza alguna, salí vacunado y con la decisión de no volver a intentarlo. Es cierto que opositando no te miran el carné, pero tampoco miran si sabes, vales o puedes desempeñar el puesto. Es una especie de selección contra natura. Van a degüello, a eliminar candidatos en lugar de seleccionar al más adecuado.
Cuando te examinas se supone que es para evaluar tus capacidades, pero ¿qué sentido tiene hacerte preguntas y no darte tiempo a responderlas? Supongo que son cosas de los señores de recursos humanos o, pensando lo peor, una consecuencia más del dedismo imperante.
Pero hoy no retomo el blog para saturarlo de lamentos. De hecho me prometí a mí mismo no escribir más hasta no tener algo bueno que contar. ¿Y puede existir algo mejor que haber encontrado un trabajo? Yo, un desahuciado por razones de edad, un trabajador de futuro imposible, un dinosaurio al que la crisis condenaba a la extinción laboral. Tengo curro.
Es solo para cuatro meses. Es de media jornada y es de… esclavo, pero es lo mejor que me ha pasado en este tiempo. Por eso y para cumplir mi promesa no me queda otra que afilar el teclado, sacudirme la herrumbre y revivir para contarlo. Recomenzamos con pequeños y torpes sorbos.

Juliki, esclavo de su promesa