viernes, 27 de agosto de 2010

Espejismos de sopor


"Una mañana te levantas y te das cuenta que ya es tarde para todo".

Juan José Millás

Pero a pesar de ello tienes un montón de horas por delante, aún por vivir. Y sales de la cama y finges que la ducha es reparadora, que el desayuno es reconstituyente, que el trabajo es saludable y el ocio reconforta. Consumes un día más que has rellenado de obligaciones aparentemente aceptadas y momentos de esparcimiento que parecen de libre elección.
Así te alcanza la noche cansado, somnoliento; pero antes de perder la consciencia la duda te asalta: ¿Estaré equivocado? Por eso ansias volver a tener la oportunidad de levantarte mañana, aunque tan sólo sea por si aún estas a tiempo de...

Juliki (bajo el sopor)

martes, 24 de agosto de 2010

Coloso de las rutinas


Soy bastante cuadriculado y eso en ocasiones es un lastre. Por eso la creatividad no es uno de mis fuertes. Para poder hacer algo he de racionalizarlo primero, repetir reiteradamente la tarea después y así, finalmente, tener la práctica suficiente como para realizarla con soltura. Me gusta mucho ese proceso de perfeccionamiento que va del desconocimiento inicial al dominio final pasando por el aprendizaje. En ese punto para la mayoría de las personas llega el aburrimiento. Dominada la tarea se impone la rutina.
Yo en cambio soy capaz de enmascarar la rutina de novedad. Mi secreto es intentar llegar a la perfección. Hacerlo cada vez mejor. Combinando mi elevado grado de exigencia con el hecho de que la perfección es algo tan inalcanzable o intangible como el concepto de infinito, el resultado final es que cada día tiene el aliciente de volver a intentar ir un poco mas allá, un poco mejor y ese reto me mantiene alerta, despierto, incluso ilusionado. Para mi la rutina tiene su aliciente particular. Es raro, pero soy así.
También soy rutinario en mis manías, en mis recorridos... Por ejemplo, para ir al trabajo todos los días empleo el mismo trayecto, me gusta la cotidianeidad de cruzarme con las mismas personas y observar las ligeras variaciones que se producen en sus vidas. Me gusta tener referentes que me den esa aparente seguridad que proporciona lo ya conocido.
No se donde leí que eso no era bueno, que el cerebro se acomoda y si el recorrido es el mismo, trabaja menos y en cierto modo se abotarga. Decidí que mi cerebro fuera haciendo footing al trabajo para mantenerse en forma y varié diariamente mi ruta. No me agradaba la sensación, me creaba desconcierto, pero pensé que sería la resistencia lógica al cambio. Dos semanas después me quede boquiabierto al comprobar que sin intencionalidad por mi parte había regresado de manera inconsciente a mi natural cuadriculación. Ciertamente cada día iba por un camino distinto, pero los lunes usaba la ruta 1, los martes la 2... Y así indefinidamente. Decidí abandonar el footing cerebral y volver a mi rutina, porque hay cosas que incluso cuando cambian, siguen siendo iguales...

Juliki (imposible)

lunes, 23 de agosto de 2010

Indiferencia colectiva


Llevo un tercio de mis vacaciones consumidas y como se dice vulgarmente no he hecho nada. En realidad nada, nada tampoco es cierto. Me he comido la cabeza, he leído, he caído en los errores habituales, he paseado, he leído, he paseado, he leídopaseado...
Mi mes de vacaciones es el único instante en el que puedo abandonarme a la lectura como me gusta; sin prisas, sin que nada ni nadie perturbe mi estado de ensoñación, sumergiéndome en los relatos como si la realidad no importara, intentando aspirar las palabras convertidas en historias ajenas, que no lejanas.
Durante este periodo es también el único que puedo vagar sin rumbo fijo, callejeando sin destino ni finalidad, observando el entorno sin importar el tiempo, sin que la obligación perturbe el recorrido ni condicione su duración.
Si por alguna misteriosa razón tuviera que prescindir de todo lo que me gusta salvo dos cosas seguramente me quedaría con estas dos pasear y leer
Estos últimos días he combinado ambos placeres, pero no solo alternativamente como suele ser habitual, sino simultaneándolos. El martes pasado caminé 257 paginas, el jueves un libro completo. Un nuevo placer, salir de casa, caminar sosegadamente y leer mientras paseo, durante horas, sin sentir cansancio, bajo el arrullo de las frases que cobran vida.
Hoy estuve en la biblioteca, canjeando los textos degustados por unos nuevos. Desde que salí de allí he sido incapaz de disfrutar del paseo ni la lectura. Lo que allí ha acontecido me tiene confuso, inquieto, enfadado...
Biblioteca de Retiro, 9:58 horas. Un guarda jurado se acerca a un lector que con su ordenador parece concentrado.
-No puedes estar en esa mesa, ya te lo he dicho, ¡largo!
-Por favor déjeme tranquilo, si no puedo estar aquí que venga un responsable de la biblioteca a decírmelo.
-Que te pongas allí joder, aquí no puedes estar.
Las voces se elevan y asomo mi cabeza desde la estantería cercana.
-No me toque, ni mis cosas tampoco, que venga un responsable a...
-No va a venir nadie, me haces caso a mí y lárgate de una puta vez.
Toda la biblioteca contempla impasible la escena, incluido yo mismo, sin rechistar.
-Y si no lo hago ¿me vas a pegar con la porra?
-El guarda jurado se acerca a unos centímetros del rostro del lector y susurra- te voy a pegar una ostia y a continuación le aferra por el cuello tirándole de la silla.
El chaval llora y reclama ayuda.
Estoy parado y no hago nada, miro a mi alrededor y nadie se mueve, parecemos espectadores indiferentes ante una película de serie b.
La violencia cesa, el chaval entre lágrimas llama a la policía, intimidado por el marcaje del guarda jurado que le obliga a recoger sus cosas y le incita a marcharse, porque allí no se puede hablar por el móvil. Sigo observando con mirada analítica sin intervenir. Me callo aunque se que debo hablar. ¿Por qué?
El chaval esta desquiciado, gimotea y ha perdido el control, esperando la llegada de la policía. Su cuello enrojecido aún muestra las marcas de lo ocurrido.
Canjeo mis libros y le sugiero a la bibliotecaria que me atiende que avise a la encargada. Me dice que no esta y agacha la mirada. Insisto en que esa situación no es normal y que alguien tiene que hacer algo. Pienso en salir de allí para no seguir viendo aquello, para evitar mi incomodidad, pero de manera egoísta, sin hacer tampoco nada.
Entonces ocurre, el jurado esparce por el suelo las cosas del chaval, ordenador incluido, en un nuevo intento de sacarle de allí a la fuerza, ante las lagrimas y desesperación de su propietario.
Me vuelvo a petrificar, un libro de Bertolt Brecht descansa en el carrito de devoluciones. Sé que no voy a irme, que no puedo callar más.
Aparece la responsable de la biblioteca y el Jurado trata de imponer su criterio, quiere explicar él la situación. Intervengo sugiriendo que hable a solas primero con el chaval, para que este se tranquilice y luego con quien considere oportuno, pero desde luego sin la presencia del guarda de seguridad. Así lo hace
Espero, tengo que contar lo que he visto. Llega la policía, se une a la conversación entre la responsable y el agredido. Después charlan con el de seguridad.
Sale el chaval pidiendo si alguno de los presentes quiere contar lo ocurrido. No lo dudo, echo a andar con la convicción de que es lo menos que puedo hacer. En la biblioteca había cerca de 50 personas, todos lo han visto; solo dos hablamos con la policía, contamos nuestra versión de lo ocurrido y aportamos nuestros datos. El resto mira, como lo hice yo en un inicio motivado por mi cobardía, intentando que nada de aquello les salpique ni altere su existencia. Somos egoístas, cobardes, insolidarios; por eso, la vida sigue igual.

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Juliki (preso de su cobardía)

domingo, 22 de agosto de 2010

Empezar por el principio


- "... se puede vivir, y también bailar, bajo la lluvia y bajo el frío, sin paraguas, sin impermeable y hasta sin zapatos, siempre que uno sepa encontrar dentro de si la resolución de salir adelante. Y que por eso no hay que rezar para que no se vaya el buen tiempo, que nunca dura eternamente, sino para no convertirnos en cómplices de la adversidad, que siempre, antes o después, nos acaba alcanzando. La vida puede ser amarga, puede ser injusta, puede empeorar hasta lo indecible, y aun así somos capaces de vivirla y de sacarle partido, tanto como ni siquiera podemos imaginar. Por eso tenemos para ella y para con nosotros mismos la obligación de alzar la cabeza y seguir siempre. De ser fuertes y no rendirnos pase lo que pase. En eso se resume todo, y lo que a eso se oponga, a la basura."


Lorenzo Silva


Hoy sin falta saco el cubo, lleno hasta el borde.

Juliki de limpieza

sábado, 21 de agosto de 2010

Días sin mejora


Llevo varios meses huyendo de mí, por eso apenas escribo. Convivo con el ser en que me estoy convirtiendo y de vez en cuando, juntos, nos dejamos caer por el blog. Releemos entradas anteriores sintiéndolas ajenas y entablamos discusiones imaginarias como dos seres que habitando un mismo cuerpo se disputaran el control. La Realidad y mi realidad en perpetuo enfrentamiento.
A veces me sublevo y la lectura me insufla nuevos ímpetus; vuelvo a juntar letras como si fuera el de antaño, pero eso dura uno, a lo sumo dos días. Luego desaparezco, me sumerjo otra vez más en esa parodia de doctor Jekyll y mister Hyde que es mi vida. Permanezco encerrado en mi laboratorio, aislado del mundo buscando esa solución que sé que no llegará.
Hoy no tomé la poción y mantengo el control, aunque sufro raras visiones, mañana…
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Juliki residual