lunes, 30 de junio de 2014

Diálogos desde la trinchera interior


—Toc, toc, toc... ¿Hay alguien? Eoooooooo.
—Shhhh. Para ya de vocear; no dejas descansar a los moribundos.
—Vaya, sigues ahí.
—No del todo: vegeto.
—Entonces ¿estás vivo?
—Responder que sí sería un eufemismo.
—Has contestado y oigo tu respiración. Si respiras…
—No todo es lo que parece y la vida es algo más que respirar.
—También estás razonando y eso no lo hacen los muertos.
—Respirar y razonar tampoco es suficiente como prueba de vida.
—Ah, ¿no?
—Para tener una vida hay además que sentir.
—¿Y tú no lo haces?
—Lo evito.
—¿Por qué?
—A veces hay que hibernar para sobrevivir, aunque eso implique dejar de vivir y estar en cierta manera muerto. Sentir no te permite mantener el letargo.
—Suena a escusa. A renuncia, a un tirar la toalla encubierto. ¿Dónde ha ido el luchador que eras antes?
—Fue a la batalla de la vida y perdió.
—Ya. Se te da bien lo de ir de mártir. Colgarte la etiqueta de perdedor y dar lástima. Pero a mí me parece que a la batalla has ido a esconderte en la trinchera A huir del auténtico enemigo y dejar que el tiempo pase  y te derrote.
—Tú qué sabrás.
—Tengo ojos y oídos y, además de ver y oír, miro y escucho. Tú en cambio escondes la cabeza o miras para otro lado. No quieres ver tu rostro en el espejo y reconocerte.
—¿Reconocerme?
—Como lo que eres: un fraude, la sombra desvaída de las ilusiones abandonadas, un puedo y no quiero, un mejor mañana empiezo… El enemigo.
 —Tú qué sabrás.
—Sé lo que soy y no me da miedo reconocerme en ti. Yo no me niego. Soy esa parte de ti que aún respira, razona y siente. Puedes volver. Estás a tiempo.
—¿Y si no quiero?, ¿y si no puedo?
—Entonces sí que estarás muerto.
—No sé cómo hacerlo… Lo de volver a ser yo, lo de intentarlo al menos.
—Empieza por escribirlo.

Juliki anónimo