lunes, 2 de enero de 2023

  Mapamundi de huellas

 


La vida, como la escritura, deja huellas indelebles. A veces visibles a veces no. Escribir o no hacerlo puede marcar la diferencia entre que una herida cicatrice o no lo haga. Las palabras con que uno plasma sus vivencias hacen la función de grapas, puntos de sutura que permiten sobrevivir aunque dejen ese rastro en forma de costurón.

No suturar a tiempo puede ocasionar que uno se desangre o que la herida se infecte y sea necesario que supure durante un tiempo antes de poder cerrarla.

Las heridas, como los recuerdos, con el paso del tiempo se transforman y dejan  de ser lo que fueron para convertirse en una versión de la realidad que duele menos o de otra forma. Ese olvido paliativo es el que nos mantiene cuerdos cuando el dolor es infinito.

Sanar es otra cosa. Es extirpar el tumor para renacer convertido en otro o en la evolución de uno mismo.

Recuperarse escribiendo, tras varios años zombis acumulando lesiones en el ánimo y la ilusión sin verbalizarlas, es casi una utopía. Intentarlo un deber para no sucumbir al día a día de esa rutina carente de esperanzas.

Es posible que cualquier parecido con la realidad sea pura ficción, pero la subjetividad es una forma de romper el silencio que hace crecer nuestros monstruos hasta conferirles el poder de devorarnos.

Juliki Frankenstein

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