sábado, 10 de abril de 2010

Vida sin argumento



Salí a pasear aprovechando la bonanza climatológica. Callejeando sin rumbo aparente, disparando alguna foto ocasional y quien sabe si buscando una señal.
Abrí los ojos, aparté las legañas que habitualmente me obligan a mirarlo todo a media luz, a contemplar mi realidad como si tratara de un sueño, ajeno a mi. La vida de otro ...
Tampoco es eso; cuando uno analiza la vida de otros tiende a criticarla, a comentar los "fallos" y yo con la mía no lo hago. La miro extrañado, en ocasiones sorprendido y la dejo pasar.
Esta pasividad me recuerda esas tardes de apatía en que uno tumbado en el sillón, cambia de canal hasta quedar varado en una película insustancial. La ves con desgana, inercialmente, pero atraído por el magnetismo del no soy yo, no va conmigo, es ficción, no aporta nada. Que mas da, si evita que uno piense y se agote de dar vueltas en circulo a pensamientos cuadrados. Es el escape, la huida, el déjalo correr que ya cambiará ...
Nuevamente el engaño autocomplaciente que no es sutura para la herida, ni tan siquiera tirita; mas bien apósito inútil que no acabará con la gangrena, que se extiende por la inacción. Si uno no reacciona llegará la amputación; de una parte, del todo, y será tarde para poder seguir adelante, al menos completo.
Las perdidas de otros también lo son, pero queda el recuerdo sanador, la añoranza curativa. Perderse a uno mismo es quedarse sin nada, diluirse, desaparecer. No tiene cura.
Me veo, me toco, me siento ... me resiento. No se concretar el mal que me aqueja. Miro alrededor buscando lo que no encuentro dentro y veo el cartel. Saco la cámara, hago la foto y continuo el paseo. Hoy solo hay respuestas ambiguas ...


Juliki (cercado de sombras)

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