lunes, 2 de julio de 2012

El andamiaje de la infelicidad


Se supone que mi casa, como mi vida, debería empezar hoy a estar en fase de reconstrucción. Después de varios años de obra en la Comunidad que me obligaron a abandonar mi casa durante unos meses para las reparaciones mayores, hoy, venían los obreros a hacer los remates y reparaciones menores. La verdad es que es para rematarlos a ellos, porque esos daños "menores" son consecuencia de hacer mal el trabajo, de estar con la ñapa a cuestas, con el "pues ya se arregla luego" y el "eso no es na". Pero uno que no entiende ni de construcción ni de como funciona el mundo, se calla y se aguanta por no discutir y solo desea que acaben de una puta vez para que el polvo que cubre la casa desaparezca o se transforme y sea de otro tipo.

Igual me he levantado pesimista, no sería raro en mí, pero creo que no van a acabar tan pronto como dijeron. Me baso en mi experiencia anterior, porque lo “gordo” iban a hacerlo en un mes y se tiraron cuatro o cinco; no lo sé con exactitud, me he esforzado en olvidarlo. Pero me baso sobre todo en un principio de planificación esencial en toda tarea: para acabar hay que empezar primero.
¿Y que jodido galimatías es este? Sencillo. He quedado con ellos a las nueve de la mañana, son las doce y aquí no se ha presentado ni el Tato. ¿El concepto quedamos tal día a tal hora es tan difícil de entender?

Odio la impuntualidad y a los impresentables. ¡Y aún tendré que poner buena cara y dar las gracias para que me hagan bien el trabajo! Igual soy demasiado exigente o se me nota demasiado en la cara que soy gilipollas, y eso, no es bueno.

Juliki enfadicado, para variar

No hay comentarios:

Publicar un comentario