martes, 3 de julio de 2012

Héroes de tapadillo


No entender el mundo viene a ser en mí una constante, un hábito pernicioso, como levantarse cada mañana que me produce sentimientos contrarios: me duele y a la vez me mantiene vivo. Ayer por la tarde-noche eso se acrecentó, como una fiebre que sube y sube amenazando con obligarte a acudir a urgencias. Puse la tele, que dicen los entendidos es medicina que lo sana todo, y si no cura al menos adormece y atenúa los síntomas. No fue así, el zapping, otrora letárgico, solo consiguió aumentar mi desasosiego. Uno tras otro desfilaron ante mí los canales teñidos de rojo, rebosante de vana ilusión, patrioterismo barato y ensalzamiento de la proeza futbolística por la Eurocopa conseguida. Pan y circo. Iba a vomitar ante tanto héroe millonario en calzón corto cuando un breve flash informativo en una de las cadenas tiñó de negro mi corazón y mi ánimo. Rezaba así: detenidos varios mineros por cortar las carreteras volcando camiones de carbón y enfrentarse a la autoridad lanzando cohetes caseros. Duró a penas unos segundos, lo suficiente para obligarme a apretar los dientes y confirmar lo que ya sabía: que ganar la Eurocopa era otra nueva derrota.

Yo también estaba en calzoncillos, por eso del calor, evidentemente mi camisola no era roja, ni lo será. Tuve ganas de acercarme a la chimenea y manchar mi cara de hollín, ganas de calzarme el mono, de situarme en las barricadas junto a esos hombres recios, de pulmones negros y ojos acostumbrados a la poca luz. Tuve ganas de convertirme en rey mago y repartir carbón entre tanto político falso, aprovechado y negligente.

Ayer, entre tanta euforia futbolera, entre tanto héroe de cartón piedra se colaron en mi retina, como de tapadillo, aquellos auténticos héroes del día a día, aquellos luchadores que en los tiempos que corren son de los pocos que han plantado cara a la situación injusta, esa que todos asumimos con resignación porque lo único capaz de unirnos es la roja y una pelota que se convierte en gol.

Hoy no he salido de casa, me mantengo en ella como si fuera una cueva. He bajado las persianas, permanezco a oscuras y con la cara manchada. Sé que no es gran cosa, pero como cuando uno era pequeño imito a mis héroes, homenajeo su valor; aunque no cambie su destino, aunque no me ayude a entender el mundo.

Juliki el de la negra; hoy con alma de minero

1 comentario:

  1. Están los falsos héroes, esos que nos inventa el poder de turno. Y están los verdaderos héroes, como los mineros que mencionas y como otros que luchan allá y acá. Si todos homenajeáramos más a los verdaderos...

    ResponderEliminar