miércoles, 1 de agosto de 2012

Ganarse el pan


Hace tiempo, no sé porqué, recordé una de esas frases que durante mi infancia oía repetir a mi madre y que me crearon entonces un cierto desasosiego: "Dios da pan a quién no tiene hambre". No sé si es una variante de esa otra más popular que sustituye hambre por dientes y que tal vez acuñó y adaptó mi madre, mujer de la posguerra, a raíz de las carencias de aquella época. El caso es que estoy convencido de que dicha frase tuvo mucha importancia para que yo empezara a cuestionarme cosas, a pensar y es una de las responsables de que yo acabara convertido en el ateo que soy, muy apesar de mi madre.

Quizás no tiene mucho que ver, pero hace unas semanas fui a una panadería, que visito con asiduidad, a comprar un topping alemán, un pan muy rico de semillas y pipas. La dependienta era nueva, supongo que sustituta vacacional de alguna de las habituales. Cuando pedí el pan se volvió hacia las bandejas agarró un pan al azar y me preguntó si quería algo más. Miré extrañado el pan, que no era el que había pedido y le indiqué de manera educada que se había confundido. Ella sin mediar palabra sustituyó el pan por otro y volvió a preguntarme si quería algo más. Quizás otra persona se hubiera mosqueado, porque nuevamente el pan no era el solicitado; yo intenté ser comprensivo, seguramente estaría nerviosa, sería uno de sus primeros días… Sonreí y antes de poder indicarle su nuevo error una compañera con más experiencia que contemplaba la escena subsano el problema. Pagué me despedí deseándoles un buen día y todo quedó en una anécdota.
Quince días después, como en un remix, volvimos a encontrarnos cara a cara.

Hola, buen día. Un topping alemán, por favor.
Ese solo lo tenemos por las tardes.
¿Cómo? ¿El integral de semillas y pipas? pregunté incrédulo.
Nunca lo tenemos a estas horas.
Pues, disculpa yo lo llevo comprando varios años.
No, solo por las tardes.
¿Segura? ¿Podrías preguntarlo? insistí con cierto malestar.
Consultó a una compañera y regresó donde yo esperaba atento a su respuesta.
Sí, tienes razón dijo mientras se volvía hacia las bandeja, cogía un pan y me preguntaba si quería algo más.
Me quedé petrificado, mirando aquel pan que no era el que había pedido y buscando la cámara oculta.
Pero... ese no es balbuceé.
Pues entonces no hay.
Pues entonces no quiero nada, gracias y salí  conteniendo mi enfado en busca de otra panadería donde comprar pan y bollos.

No me molestó quedarme sin ese pan ni que la chica, después de quince días, siguiera sin conocer aquello con lo que trabaja. Me molestó esa sensación de que vale cualquier cosa para salir del paso, incluso tratar como si fuera tonto aun cliente, a otra persona.
Y por eso yo, desempleado desde hace un año, apesar de mi ateismo, pensé mientras abandonaba el local: "Dios da trabajo a quién no sabe desempeñarlo", y me hundí un poco más en mi condición de parado que no quiere serlo.

Juliki a pan y agua laboral

No hay comentarios:

Publicar un comentario