sábado, 13 de marzo de 2010

Rescatado del olvido XII



Hoy es un día alegre, pero también un día para recordar …
Tal día como hoy, hace 38 años, la vida me enseñó que esa supuesta felicidad que constantemente nos venden como el paraíso al que debemos aspirar, no existe, es un anhelo vació...
La vida es otra cosa. Se compone de infinidad de instantes intercalados: alegres y tristes . Y que uno debe vivir con la máxima intensidad; para gozarlos, para sufrirlos, para aprender de ellos y con ellos … Y con la suma de esos instantes hacerse una vida , vivirla y disfrutarla; hacerse una personalidad y seguir un camino, cada uno el suyo.
La marcha de mi abuela Cele llegó como casi siempre pasa, sin previo aviso. Yo iba a cumplir cinco años, eso significaba completar los dedos de una mano y en mi mente infantil de entonces, empezar a ser mayor. Estaba excitado, como solo saben estarlo los niños ante lo que suponen serán los grandes acontecimientos de un día especial.
Recuerdo la sensación de movimiento en casa, algo no habitual y que mas tarde descubriría no era la inquietud propia de una celebración …
Rememoro el preciso instante en que mi madre compungida se me acerco y con una dulzura que no podría describir pero que aun hoy siento, me habló …

- Cariño, se que hoy es tu cumpleaños, pero vamos a tener que dejar los regalos y la tarta para otro día … ¿Sabes? papa esta triste porque la abuela se ha muerto hoy … quiero decir que se ha ido y no va a volver. Ahora nos verá ella desde el cielo … Otro día celebramos tu cumpleaños y comemos tarta ¿vale tesoro?
- No impota mama, oto día tarta, pero no triste vale. Oto día …

No entendía muy bien que era eso de la muerte, pero sabía que era de lo peor que podía ocurrir. Sabía que nunca mas volvería a ver a mi abuela sentada en los sillones de escay negro como tantas otras veces. Me fui al salón y miré el sillón vacío, rebusque entre mis juguetes y cogí la escavadora de plástico amarillo con el volquete rojo y azul y me puse a jugar en silencio. Era el último regalo de mi abuela y en mi inocencia infantil supongo que era una forma de que mi abuela volviera a estar allí …
Pasaron los años y celebré muchos otros cumpleaños alegres, pero siempre con la sensación del niño-adulto que a la edad de cinco años, descubrió que la vida era un caldo agridulce, al que, para poder disfrutar es necesario apurar hasta la última gota , con sus cosas buenas y con las que no lo son tanto … Por eso y por otras muchas cosas soy como soy …

Juliki (Celebrando el recuerdo)

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