domingo, 7 de marzo de 2010

Condenado de antemano


Venimos al mundo desnudos, únicamente con el potencial que nos suministra el nacer. Recorremos la vida con paso inseguro, indecisos ante los múltiples caminos por explorar, que se nos van presentando. Al final del recorrido partimos solos, dejando atrás, en el mejor de los casos, algunos recuerdos en los seres queridos, que al final acabaran difuminándose.
Una vez mas el teléfono sueña, para transformar la apacible realidad en truculenta inquietud. Igualmente real, pero no deseada. El mensaje es breve.
- El tío ha muerto.
La noticia resuena en las cavernas de mi cerebro y vuelvo a perder la capacidad de reacción.
- Te llamo luego ...
Siempre he tenido una extraña relación con la muerte, que bloquea mis reacciones ante su llegada. No es negación, pues es inútil negar la evidencia. No es huida, uno no puede esconderse de ella y sus consecuencias. No es miedo, porque el miedo siempre es previo a que las cosas acontezcan. Es tan solo bloqueo, colapso, anulación ... Intento analizarlo, como casi todo, obsesivamente, para poder entender que alguien que era deja de ser y que ya no tendré ocasión de subsanar los errores o descuidos cometidos hacia él. Me desespero en la impotencia.
Todo empezó hace casi 38 años. La muerte hizo resonar la aldaba que anunciaba su llegada un 13 de marzo y transformó la fiesta en luto y la risa en llanto. Desde entonces arrastro un lastre, pero esa es una historia para el próximo día 13.
Después de eso, cada vez que rondó de nuevo mi vida, trajo la confusión y esa especie de parálisis del racionamiento que no conseguí empezar a superar hasta la muerte de mi amigo Lepe. Aquel día algo comenzó a cambiar. Descubrí entonces que con cada muerte próxima, algo en mi interior moría también. Y aunque eso debería tal vez haberme colapsado del todo me hizo intentar afrontar sus consecuencias con otra actitud. Forzando mi presencia en lugar de como hice en el pasado que me ausentaba, para eludir o atenuar la confusión que me provocaba. Lenta y torpemente, empecé a acudir a su cita.
Como decir lo siento, te acompaño en el sentimiento o cualquiera de esos formalismos vacíos no hace mas que trasmitirme un sentimiento de falsedad y reenviarme a la confusión, opto por no decir nada, solo besos intensos y abrazos sentidos. Tiritas insuficientes para el hachazo de una perdida, lo sé.
Este fin de semana, reaparecí en la vida de mis primos y tíos, después de mucho tiempo, en algunos casos mas de 20 años. No lo hice porque sea lo que hay que hacer, o para quedar bien; lo hice para vivir esos momentos que morían con mi tío y que me esfuerzo por retener en mi recuerdo. Porque hasta la confusión hay que vivirla, aunque solo sea por intentar arrebatársela a la propia muerte, o mantener la ilusión de que es así.
La muerte es lo que tiene, que por ahora es innegociable. Pero que no se descuide porque voy a seguir mirándola a la cara, y en cada nueva ocasión la esperaré cargado de abrazos y besos, para quien sea menester.

Juliki (Negociador de imposibles)

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