martes, 26 de agosto de 2014

Convivir con la contradicción


Quejarme de mi trabajo y a la vez defender que ansío conservarlo a toda costa no deja de ser una contradicción.
Si el trabajo no es lo que buscaba o no complace mis expectativas debería dejarlo y buscar otro. El problema es que después de mi experiencia desesperante buscando sin resultados me ronda la casi certeza de que a ciertas edades ser contratado es casi una quimera. No sé si es que con la edad uno pierde el valor y las energías y se agarra al “Virgencita, virgencita que me quede como estoy” o que a veces la realidad no ofrece otra alternativa que la resistencia.
En cualquier caso quejarse y no hacer nada por cambiar la situación ni ayuda ni soluciona el problema.
Mi actual trabajo tiene los días contados. Aunque intente engañarme y mirar hacia otro lado es una campaña que lleva más de un año. Es cierto que desde que entré los resultados han sido satisfactorios, pero llegará un momento que deje de ser todo lo efectiva que está siendo y decidan retirarla. Y entonces, ¿qué?
Llevo una temporada dándole vueltas a una idea: si nadie me contrata por la edad y parezco condenado al desempleo y la precariedad algo habrá que hacer. La solución que se me ocurre es contratarme yo mismo, o sea, generar mi propio puesto de trabajo. Vamos, lo que se suele llamar eufemísticamente ser un emprendedor. Me miro al espejo y me da la impresión que no doy el perfil. Quizás con 20 años menos y las ganas de comerse el mundo que da la juventud… Ahora no lo veo.
A pesar de ello lo analizo buscando una salida. El primer problema que se me plantea es que tengo madera de trabajador por cuenta ajena, siempre lo he sido y no me veo como un emprendedor. Vuelvo a la contradicción pues cuando he estado trabajando por cuenta ajena he innovado, he tomado la iniciativa para cambiar y mejorar cosas, he asumido responsabilidades que no me correspondían por el bien de la empresa… En cierta medida he mostrado características que podrían servir para emprender.
Todo eso está muy bien, pero no deja de ser andar por el alambre con la red puesta. El empresario es quien asume los riesgos en ese caso, no nos engañemos.
Emprender implica otras muchas cosas y yo no lo soy por muchas razones. Además del miedo que me atenaza me falta ímpetu, creatividad y sobre todo ideas. Para montar ahora una empresa o un negocio hay que partir de una idea feliz y que tenga posibilidades y futuro. Me estrujo las meninges y esa idea brillante se resiste, no llega. Ahí seguimos, encadenando contradicciones. Cuanto más pienso menos se me ocurre. Estoy seguro que valgo para trabajar, aunque no encuentre trabajo.
Y es que como me dijo el orientador en un coaching para parados tras contarle mi experiencia laboral: “Joder, eres impresionante, vales para currar de cualquier cosa. Eso sí, tu currículo no hay quien lo defienda. Si me llega a mi despacho de recursos humanos no sabría que hacer con él y acabaría en la papelera”. Contradictorio, ¿verdad? Pues toca vivir con ello y seguir ideando alternativas.

Juliki buscando la panacea laboral

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