lunes, 29 de septiembre de 2014

Cuando el Dr. Jekyll deja de jugar a ser Mister Hyde


Siempre me ha parecido que Alberto Ruiz-Gallardón era, en potencia, el político más dañino y peligroso del panorama nacional. Su preparación es indudable, lo ha mamado desde la cuna; lo malo es que bajo esa apariencia afable, educada y de corrección extrema siempre he pensado que se escondía un fanático, con las ideas claras y un programa perfectamente elaborado para llegar a lo más alto y acabar imponiendo sus ideas.
A su lado, Esperanza Aguirre, tan fanática como él, me parece mucho menos peligrosa pues siempre se tiene claro de donde viene y a donde se dirige. Es como la bruja averías a pecho descubierto. Alberto, en cambio va enmascarado, representando un papel y vistiendo al disfraz perfecto según la ocasión sabedor de con quien toca el próximo baile.
Por eso me ha sorprendido tanto la “evolución” de Ruiz-Gallardón desde que le nombraron ministro. Es como si se hubiera quitado la máscara y se mostrara tal cual, con su radicalismo más rancio, esforzándose por aparecer ante todos como el salvaguarda de esos valores patriarcales de antaño. ¿Qué pretendía? ¿Congraciarse con esos sectores de la derecha que le habían considerado blando y progresista? ¿Buscar una nueva vía para alcanzar su sueño de ser presidente?
Miedo me da pensar que también esto forme parte de un plan pergeñado de antemano y que su actual dimisión no sea la pataleta de alguien al que el partido ha dejado con el culo al aire, sino una jugada magistral retirándose, ahora que en la izquierda soplan aires de frescura y renovación, para reaparecer al frente de sus huestes enarbolando la bandera de la salvación de la patria en nombre Dios.
Espero estar en un error y que el Chucky de la derecha simplemente se haya retirado a un segundo plano desencantado por no ver cumplido el destino divino para el que se consideraba elegido.

Juliki con la mosca tras la oreja

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