miércoles, 20 de enero de 2010

Vertedero de oportunidades



He andado algo esquivo, seguro que alguno ha pensado que me he perdido en las rebajas; contemplando con ojos lastimeros y la frente apoyada en el escaparate, como otros compraban compulsivamente. Pues no ha sido así. Es mas, yo podría ser uno de esos potenciales compradores, porque aunque parezca ficción ¡he cobrado la paga extra de navidad! No la he gastado aun por miedo a que sea un espejismo y se volatilice de la libreta antes de intentar fundírmela, pero ya tengo alguna idea para dar buena cuenta de ella.
Las rebajas son motivo de contradicción para mi persona. Siempre me asalta una doble duda ante uno de esos magníficos artículos que parecen una autentica ganga.
Lo primero que me viene a la cabeza es donde esta el truco. Me pongo a observar el objeto a través del escáner mental para localizar el fallo, tara, defecto o deterioro que debe tener para ser tan barato. Si el susodicho no aparece paso a la fase dos, es decir, pienso que si costaba 30 y ahora me piden solo 10, o esta estropeado y no lo veo, o es que antes me estaban timando. Eso provoca un cabreo monumental en mi, e inhibe inmediatamente mis ganas de pasar a engrosar el listado de consumidores ansiosos.
También es cierto que sufro una especie de rechazo innato a los centros comerciales, tal vez asociado a una pseudo fobia a las aglomeraciones humanas, o a alguna mala experiencia del pasado.
Mientras hacía la prestación social sustitutoria, fui agraciado con un cheque para la compra de vestuario que debía gastar en 24 horas y obligatoriamente en el Corte Ingles. Iba a renunciar a ello, pero alguien, con buen criterio, me convenció de que sería una estupidez regalárselo al estado, y se ofreció a acompañarme y asesorarme en el calvario. Recuerdo la pesadilla que aquello supuso, como estuve a punto de marcharme a casa en mas de una ocasión, como sudaba y era incapaz de probarme nada, ni de decidir que llevarme. Sin ayuda no podría haberlo hecho. Gracias cielo.
Al finalizar salí con mis bolsas, agradecí a mi acompañante su encomiable labor y camino de casa me incliné en un alcorque y vomité. Literalmente, nada de metáforas o sentidos figurados. La compra compulsiva, las aglomeraciones o el Corte ingles me habían revuelto el estómago y me hicieron enfermar. Después estuvé una larga temporada rehuyendo la visita a esos potenciales focos de infección y aun hoy en día cierto un cierto repelus al entrar en ellos.
Definitivamente prefiero las autenticas rebajas. Aquellas que duran todo el año, son ecológicas pues fomentan el reciclaje, no tiene aglomeraciones y son realmente económicas: Las que nos brindan los contenedores callejeros. En ellos no hay promociones de 2 x 3, únicamente te llevas lo que quieres o necesitas y siempre puedes devolverlo sin compromiso alguno...


Juliki (Eternamente asomado al contenedor)

No hay comentarios:

Publicar un comentario