miércoles, 17 de febrero de 2010

Enfermo de impaciencia



Me siento raro. Hoy no hice mi paseo habitual camino de la obligación. No me cruce con ninguna de esas presencias fugaces con las que interacciono en mi trayectoria diaria y a las que suelo poner nombre. ¿Habrán notado mi ausencia? Probablemente no.
Es miércoles, día laboral y aunque no estoy de vacaciones, permanezco en casa. No soy una de esas victimas de la crisis, que pasan a engrosar las listas del paro, aun no. Tengo 42, casi ya 43 años y hoy es el primer día en mi vida laboral que falto al trabajo. Ni vómitos, ni fiebres, ni gripes, ni luxaciones de hombros habían podido recluirme en casa ni impedir que cumpliera escrupulosa y puntualmente con la obligación, casi sagrada, de acudir a cumplir con el compromiso adquirido. También es cierto que nunca había visitado como cliente un quirófano como hice ayer.
Un bultito con afán de crecer y que a final venía acompañado de dos hermanos pequeños se había instalado en mi mano. Quiste de la vaina flexora del dedo, lo llaman; una menudencia sin demasiada importancia que me relega a la inmovilidad.
Ayer no pude evitarlo. No habían terminado aun de darme los puntos finales en mi mano derecha cuado el cagaprisas que hay en mi soltó la pregunta.
-¿ Que puedo hacer?
- Nada.
- Me refiero a después, a mañana ...
- Nada en dos semanas.
- Pero ...
- De momento dos días con el brazo inmóvil en cabestrillo y luego el resto ya sin venda, pero sin hacer esfuerzo alguno para que vaya cicatrizando. Te veo entonces y comprobamos como va ...
- Pero para trabajar ...
- Nada. Bueno con el ordenador podrás apañarte con la otra mano los primero días y luego puedes utilizar las dos cuando te quiten la venda. Siempre sin esfuerzos ...
Me dan ganas de protestar, pero me contengo. ¡Si es solo una mierdecilla de bulto!, pienso.
El médico se marcha, me ponen un vendaje que juzgo aparatoso para una rajita de tres míseros puntos.
Me sientan a esperar un rato por si hubiera alguna anomalía posterior. Reflexiono. ¿ Que habrá pensado el medico de un tipo que en lugar de preguntar si todo esta bien, lo primero que quiere es saber cuando puede volver a trabajar? Que estoy algo trastornado, seguro. La anomalía soy yo.
Reaparece el doctor y hago un amago de protesta, aunque pienso que quince días son muchos, me reprimo. Si vuelvo a insistir igual deciden extirparme algo mas y supongo que la recuperación de la lobotomía debe ser mas tiempo, por eso me callo y le doy las gracias.
Ahora, aquí en casa, me siento raro, tal vez también porque lo soy. Eso si, estoy entretenido, vestirse a una mano, trinchar las naranjas para hacerme un zumo a lo zurdo, abrir el bote de la miel sujetándolo con un pie o escribir esto a una mano son aventuras inusuales que pueden resultar fascinantes. La vida sigue, llena de misterios por resolver y cosas por aprender ...


Juliki (con minusvalía física transitoria y mental perpetua)

No hay comentarios:

Publicar un comentario