jueves, 6 de septiembre de 2012

Bisoñez de juventud



A veces soy malo o al menos travieso. Yo no quiero, pero no puedo evitarlo. La bisoñez me transforma.
Me pasa siempre que suena el timbre y ante mi puerta aparece un imberbe o una jovencita que creen dominar el universo y piensan que la moto la tienen ya vendida de antemano.
Lo que ellos ignoran es que yo sé que vienen a vendérmela, que yo no quiero comprarla, que educadamente voy a jugar con ellos y que, al final, bajaran los cinco pisos que han subido con unos capotazos, algún puyazo de mentirijillas y devueltos a los corrales por falta de casta y honestidad al embestir.
Ding dong. Abro tal cual estoy en calzoncillos y camiseta, con un té en la mano y el ánimo decaído.
—Buenos días, soy de la compañía eléctrica, tiene que enseñarme su factura para...
Mal comienzo. Demasiados errores. No dice ni nombre ni empresa, no muestra credenciales, exige en lugar de pedir... Supongo que es una técnica de apabullamiento que les enseñan para ganar terreno. Pobrecilla. La recibo a puerta gayola.
—¿De qué compañía?
—De la eléctrica —en mi cerebro resuena un piiiii de respuesta incorrecta que ella no puede oír.
—Sí, pero de cuál.
—Endesa.
—Yo soy de Iberdrola.
—Pero si me enseña su factura...
—Para qué si no eres de mi compañía —su seguridad se diluye ante la mía.
—Ya, pero es que tiene que mirar que le estan facturando desde Vizcaya y...
—Eso es España. ¿No? ¿Dónde está el problema?
—Pues que usted está en Madrid y...
—España también, ¿no? Mismos impuestos.
—Es que le estan cobrando de más...
—Pues muchas gracias por la información. Lo hablaré con mi compañía.
—...

Si fuera una corrida estaríamos ante la suerte suprema. Tan solo tendría que sacar el estoque, agitar la muleta (¿Y Endesa no lo cobra?) y entrar a matar para luego recibir mis trofeos. Retengo la pregunta trampa y la mando de vuelta a corrales. Viva. Sin dilapidar su tiempo ni el mío. La pobre tan solo intenta hacer su trabajo. Mal, pero lo intenta. ¿Quién soy yo para darle la puntilla? ¿Un desempleado rencoroso? No hay que ser cruel. Aún tiene tiempo de aprender. Además no me gustan los toros. Ni los toreros.

—Gracias de nuevo. Que tengas un buen día. —me despido regalándole lo único que tengo para ella: una sonrisa.

Ella no está para obsequios. Baja con un gesto de enfado. Tal vez por mi culpa, sus objetivos de captación de clientes quedan  hoy lejos de cumplirse. Seguro que piensa que es un curro de mierda y que el hippy del quinto que le cierra la puerta es un gilipollas. Acierta con ambos pensamientos. Vuelvo a mi té. Hoy es de desencanto mañanero. A ver si acabo pronto con las existencias.

Juliki de espaldas al tendido

3 comentarios:

  1. Oye, se me ocurre que ahora que tienes tiempo podrías escribir un libro, no sé lo que se te ocurra, esque ¡mira que escribes bien "jodío"!

    Un beso

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  2. Es que tú me lees con cariño. Besos

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