domingo, 5 de octubre de 2014

Curarse por dentro


Tendemos a culpar a otros de nuestros males. La lista de sospechosos es larga: nuestros padres, profesores, novias, amigos, parejas, jefes…
Cuando ninguno de ellos está a tiro culpabilizamos al azar, a las circunstancias, a la providencia o incluso al gobierno. Es cierto que todo lo que nos rodea influye en nuestra vida; también esas personas que forman parte de nuestro entorno interfieren en lo que nos ocurre y en las decisiones que tomamos; pero no son los responsables del devenir de nuestra existencia.
La culpa, si es que hay que cargársela a alguien, es enteramente nuestra. Nadie más que uno mismo tiene la responsabilidad de conducir su vida, pero como nos da miedo pilotar  nuestra existencia, nos apoyamos en otros para repartir la culpa y llegado el momento de que algo salga mal, optar por lo cómodo y sencillo, que es señalar con el dedo al otro e ir de mártir.

Yo, como casi todos, fui quemando etapas y, cuando creía que me estaba convirtiendo en un adulto más o menos integro y mi vida parecía encarrilada, me encontré con el páramo de paro. La travesía hasta el siguiente trabajo fue dura, pero el reingreso a una vida laboral de clase b, donde el futuro acabó ayer y la única expectativa es sobrevivir a un mañana que no existe, han creado una fractura en la persona que creía ser. Es como si la ilusión se fragmentara en miles pedazos que pasan a constituir un puzle infinito. Si solo fuera eso lo que ocurre uno podría armarse de paciencia, reunir las piezas y recomponer su vida, pero la realidad es que además, cuando quieres ponerte a la tarea, notas, sientes, sabes que faltan piezas.

Lo que me ocurre con el blog es un claro ejemplo de ello. Quiero y no puedo. Llevo tiempo buscando una pieza esencial en el Juliki que fui: la constancia. Ese martillo pilón que golpea incansable una y otra vez hasta que consigue dar forma a la vida que quiere vivir. Lo malo es que siento que ya no está en la caja. De momento la voy sustituyendo por otras parecidas: el esfuerzo, la obstinación, los compromisos forzados…, pero que no cumplen la misma función. No encajan en esa posición.

Como este mes no quiero que pase como en los dos anteriores y dedicarme los últimos días a escribir a lo loco para completar las seis entradas. Intento empezar antes.
No es la constancia de antaño reencontrada. Es fabricar una pieza falsa que dé el pego, usar un parche, poner una tirita, que no sana la herida, solo la protege.  Soy consciente que para volver a ser el que fui debería curarme por dentro, pero de momento intentamos evitar que la herida se gangrene hasta encontrar la medicina sanadora. Una de esas piezas que completan el puzle.

Juliki manipulando fichas

No hay comentarios:

Publicar un comentario