domingo, 23 de noviembre de 2014

Mi otra carrera


Siempre he pensado que durante mi estancia en la facultad yo hice dos carreras: la de química y la de barracón.
Tal vez quien no viviera la experiencia de los barracones no podrá entenderlo. Tampoco es fácil de explicar lo que aquel desangelado espacio y sus variopintos habitantes me aportaron ni cómo influyeron en mí para que hoy sea la persona que soy.
Gracias a ese ecosistema anejo a la facultad, yo no solo cursé las asignaturas propias del programa de químicas, sino que cada viernes, después de comer, acudía a un aula abierta de enseñanza no reglada, un punto de encuentro donde  aprender y disfrutar de disciplinas tan peculiares como las de diálogo, entendimiento, conspiración, relaciones sociales…
Los barracones era el lugar donde se organizaban las fiestas de paso de ecuador para recaudar dinero para el viaje. Cada semana un grupo organizaba su fiesta con música enlatada, alcohol, baile…Y para mí algo más, mucho más.
Cada uno vivió esa época a su manera; para casi todos era un lugar donde desfogarse del agobio de las clases de la semana; para muchos otros, un sitio para ligar o emborracharse y para algunos, un espacio de convivencia donde aprender sobre la vida y los demás. Mentiría si dijera que mi único objetivo era este último. Confieso que me desfogué, me emborraché e incluso intenté ligar en más de una ocasión; aunque esto último con escaso éxito. Pero lo cierto es que, visto con la distancia de los años, lo que más valoro de esas tardes-noches son las personas que allí conocí y las conversaciones mantenidas que me permitieron conocer a los demás y sobre todo para llegar a conocerme a mí mismo. Aún soñábamos con cambiar el mundo, luego… ¿nos hicimos adultos?
Durante los siete años que me duró la carrera asistí cada viernes religiosamente al evento. Unas veces durante solo unas horas; otras, hasta el cierre o incluso más allá. Eso en alguna ocasión propicio regresos a casa poco ortodoxos y algunas locuras que incluyen desde volver caminando durante casi dos horas de noche y campo a través,  hasta el viaje pseudosuicida de 12 personas en un SEAT 131 supermirafiori.
Allí pasaron muchas cosas sorprendentes, inenarrables; algunas absurdas y otras no tanto: Lepe perdió sus dientes, yo descubrí la perrera municipal y su cámara de gas, se creo la comisión de huertos con las biólogas, se gesto el BRL, conspiramos para cambiar el mundo…, pequeñas historias sin importancia para la mayoría, pero que fueron semilla de mi historia personal.
La vida siguió su curso de allí surgieron amores efímeros, parejas que aún perduran, amistades que ni la muerte pudo truncar y proyectos de personas que luchaban por serlo. Yo fui uno de ellos. Lo recuerdo con cariño. Sin poder evitar la resaca del tiempo que deforma el recuerdo. Con la añoranza de lo que pudo ser y que el presente se empeña en desmentir. Vivencias de mi otra carrera.

Juliki, licenciado en Barracón

No hay comentarios:

Publicar un comentario