jueves, 13 de septiembre de 2012

Vuelta al cole de las ilusiones


Esta semana empezó el curso escolar. Lo tenía todo preparado, la mesa ordenadita, los proyectos organizados y las ilusiones en el estuche, bien afiladas; pero no me presenté. Hice pellas. Seguramente las primeras de mi vida. Pudo más el miedo al fracaso que la ilusión de retomar la vida con otro espíritu, con otro impulso revitalizador.
Y es que cada día que paso sin curro me golpea la sensación de que la suerte está echada y de que nada de lo que haga va a cambiar el devenir de mi vida. Sé que no es así, que debería sobreponerme a las bofetadas de las ofertas de empleo gestionadas que parecen llevar escrito "no es para ti" o " 45 años son demasiados" o la más cotidiana "ya te avisamos", que tan solo se concretan en una espera infructuosa. No es fácil amanecer sin expectativas y convencerse de que regresaran.
Por otro lado, ahora que tengo tiempo debería aprovecharlo en llevar adelante nuevos retos o en hacer lo que me gusta, en lugar de perderlo en lamentos, pero reconozco que muchos días amanezco derrotado.
No es que mis proyectos sean salvadores ni que a través de ellos vaya a conseguir abrir nuevas vías laborales. No. Son tan solo un camino que me permite dejar de torturarme, que me mantiene entretenido, engañado en la felicidad de escribir, por ejemplo, en lugar de pasar las horas recordando machaconamente que el desempleo a llamado a mi puerta, como los de Avon, pero parece que con intención de quedarse.
Hoy me he recompuesto y me he presentado en clase. Han puesto muchas pegas, pero al final me han readmitido y por ahora no pierdo la plaza. Eso sí, tengo que copiar cien veces estas dos frases: "no volveré a tirar la toalla" y "me comeré el mundo aunque este lleno de gusanos". Voy a esforzarme, palabrita del niño Jesús, así al menos al terminar el curso podré adjuntar el título de "Iluso" en mi currículum, aunque de eso nadie te ofrezca trabajo.

Juliki al borde de la expulsión

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