sábado, 12 de diciembre de 2009

Gélido porvenir



Días que se amontonan como trastos viejos, insustanciales, inservibles ... que se van apilando en el desván de mi vida; transcurren sin mas.
Rompo la rutina precaria que constituye mi presente cotidiano y salgo a pasear, despacio, sosegado, saboreando el desaliento.
El frío me insensibiliza, frío externo e interno a la vez. Aun así, dentro, esas sensaciones enquistadas que plantean preguntas irresolubles no dejan de crecer, ajenas a la temperatura, ajenas a mi.
No escribir como terapia circunstancial para que los problemas no existan. Remedio sin efectividad alguna. Porque no escribir no exime de pensar, aunque alimente la ilusión de pensar menos.
Escribir no es tampoco panacea alguna, pero al menos atenúa los síntomas y trasmite esa sensación del placebo, como si al compartirlo públicamente uno se desprendiera de ello.
Me planteo dejar de pensar y ... descubro que hay cosas que son imposibles de aprender; viajan fundidas a nosotros, a lo que somos.
¿Que hacer?
Escribo pues. Balbuceo ideas que flotan en mi confusión, sin mas objetivo que seguir, sin rumbo ...
El paseo de hoy finaliza. En casa, pegado al radiador, parte del frío continua en mí.

Juliki (congelado en vida)

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