viernes, 17 de febrero de 2012

Ruta sin fin


Viernes. En otra época constituiría un día ambiguo; por un lado, el cansancio acumulado de la semana de trabajo; por otro, el alivio y liberación del fin de semana que tanto promete y tanto desilusiona con esa llegada del domingo por la tarde.
Desde que no trabajo eso ha cambiado y curiosamente no ha sido a mejor. La semana, con sus siete días se han convertido en una tarde de domingo, con el agravante de que el lunes nunca llega y un nuevo cansancio invisible se acumula sin que el viernes llegue para aliviar nada, pues no existe fin de semana. Es como estar prisionero en un grabado de Escher, bajando una de esas escaleras que tan solo conducen a un movimiento perpetuo por un camino que carece de final.
Lo normal sería vivir la vida al contrario, disfrutando de cada día como si de un fin de semana continuo se tratara, para que con la llegada de la tarde del domingo uno pasara de nuevo al viernes sin fatiga alguna.
Tal vez uno se acostumbra a la "esclavitud" del trabajo y cuando se le abre la puerta de la jaula es incapaz de disfrutar de la liberación. Queda mucho por aprender.

Juliki en periodo de adaptación

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