lunes, 10 de agosto de 2009

Fusión de identidades



Cada mañana acuden puntuales a su cita. Cuando yo paso por primera vez ante ellos, a eso de las 7:40 A.M., ya se les puede ver enfrascados en su partida. Parecen concentrados y relajados a un tiempo; supongo que esa combinación solo se alcanza con el equilibrio que dan los años, la ausencia de tensiones, la jubilación.
Me gusta imaginar que son rivales y amigos, que hablan de sus batallas de vida mientras maquinan como eliminar el peón de su adversario. No se dan tregua, son aguerridos, tenaces, quizás porque estar allí y enfrentarse es, hoy por hoy, su razón de ser.
Veinte minutos después vuelvo a cruzarme en su camino sedentario. Siguen sosegados en sus sillas plegables, a la sombra de un árbol enjuto; separados por el campo de batalla, donde algunas piezas han dejado de ocupar su primigenio recuadro para avanzar. Otras, ya retiradas, reposan derrotadas en el lateral. La partida continua ...
Pedaleo, sudo, les observo y les envidio mientras me alejo de su ubicación. Se les ve serenos, tal vez felices; conocedores de su misión en la vida: Vivirla, saborearla, dar un nuevo jaque mate a la muerte para poder volver mañana a iniciar una nueva sesión, un nuevo día bajo el sol.
Giro en la fuente, inicio la bajada que es efímera y aprieto los dientes para encarar la subida sin perder velocidad. Se recuerdo me alienta y cuando la silueta del ángel caído se empieza a vislumbrar, sonrío. Yo también debería plantar cara, buscar ese equilibrio y poder decir a todo aquello que me empequeñece: Jaque mate.

Juliki (envidioso)

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