sábado, 29 de agosto de 2009

Días de escuela



Llevo parte del día tarareando temas de Asfalto. Suele ser mala señal, barrunta tormenta de melancolía, tiempo gris, recuerdos de infancia y ¡como no!, días de escuela. Estaba medio sumido en rememorar esos días en el Tagore cuando un nombre asalto mi recuerdo: Miranda.
Los Miranda eran varios hermanos, coincidí con ellos en mis años escolares, eran los malotes del cole, o así nos lo vendían los profes. Eran distintos, rebeldes, contestatarios, inquietos y emprendedores. Recuerdo una ocasión en que durante el recreo, uno de ellos saltó la valla del cole, se acercó al colector de aguas subterráneas, levantó la tapa y se fue de paseo, a investigar. Se montó la mundial cuando, al volver a clase, notaron su ausencia. Vino la policía y tardaron varias horas en dar con él. Dijo que se aburría y había pensado en correr una aventurilla, para entretenerse ...
En 4º o 5º coincidí con uno de ellos en clase, su fama siempre les precedía y he de decir que no era el predilecto de la profesora. Un día, no recuerdo porque, le mandaron al pasillo; supongo que se montó jaleo y al final el resultó como culpable del bullicio, seguramente sin serlo.
La profesora continuó explicándonos la lección; de repente se paró en seco, enmudeció, palideció, sus ojos se proyectaron hasta lo imposible, mostrando el horror extremo y salió corriendo. Todos nos agolpamos en la ventana y pudimos contemplar gratuitamente el gran espectáculo. Miranda con los brazos en cruz se paseaba en equilibrio sobre la barandilla circular, de apenas unos centímetros; debajo de él, el hueco de la escalera con tres alturas a sus pies. La profesora enrojecía y le gritaba intentando que bajara inmediatamente, el continuaba su marcha y antes de obedecer se permitió aun un giro de 180 grados, recorrer nuevamente la barandilla en toda su extensión y saltar gracilmente al suelo.
A través de la puerta pudimos oír los gritos:
- Eres un inconsciente, te podrías haber matado.
- Que va, esta chupado. Si quiere la enseño ...
Su osadía llevó al Miranda ante el director. Recuerdo que en esa ocasión mientras en dirección era reprendido por su actitud, me quedé a cargo de la clase. Se supone que yo era de los "buenos", estudioso, obediente, responsable, como dirían los mayores, un alumno modélico. Pero en el fondo, todos mis compañeros y yo mismo admirábamos en secreto el arrojo y la valentía de los Miranda.
Varios años después nos cruzamos en la calle, ambos nos miramos y quien sabe porque reconocimos mutuamente al niño que habíamos sido. Tu eres del Tagore ...
Charlamos un rato y me pareció un tipo de puta madre, interesante, activo, comprometido ...
Volví a casa contento, pensando que lo importante no es lo que fuimos ( ¿malos, buenos? conceptos falsos y relativos ... niños jugando a ser mayores), sino en que nos convertimos.
Yo no lo tengo muy claro, pero ¿Y tú? ¿En que te has convertido?


Juliki (simulacro de adulto)

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