jueves, 27 de agosto de 2009

Luchar contra el tiempo



Marino es un tipo curtido por la vida, se puede notar en su rostro enjuto, de facciones marcadas, que ahora, con el sol veraniego, adquiere un tono bronce casi metálico. Indudablemente no es un triunfador, pero con sus casi 60 años sobrevive en un equilibrio precario que le mantiene a flote. Habla sin parar como si su verborrea pudiera alejar de él las desgracias que seguro le han acontecido a lo largo de su trayectoria vital. Su tono es musical, con un deje de chulería castiza, algo ronco, como encallecido en mil y una trifulcas callejeras.
Pasa la mayor parte del año en Madrid, en el barrio de Usera creo recordar, donde a base de algún subsidio, y ciertas chapucillas consigue ir trampeando a la vida. Llegado el verano, se muda a Lovingos, el pueblo de sus ancestros, donde se convierte por unos meses en okupa de la propiedad de sus antepasados. La casa debe ser un gran puzzle en deconstrucción; la parte de atrás ha ido perdiendo piezas y un cartel avisa del peligro de derrumbe. Cada año la humedad invernal se cobra nuevas victimas, y va engullendo habitaciones que pasan a quedar impracticables. Así el inexorable paso del tiempo va menguando el patrimonio de sus mayores y confina a Marino a un reducto cada vez mas minúsculo. Nada de eso le arredra, año tras año, vuelve a aparecer y se le puede ver pedaleando en su bici de llantas carcomidas, de un lado a otro. Se apaña echando una mano a los lugareños en ciertas tareas, que supongo le reportaran unas perrillas; después con unas patatas que la da uno, unos tomates de otro, consigue complementar su dieta.
Es un nómada moderno. Vive al día, sin lujos innecesarios, con lo que hay; echándole un pulso al tiempo, a la vida misma, con una sencillez digna de encomio, que ya quisieran otros ...


Juliki ( sedentario-estancado)

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