martes, 11 de agosto de 2009

Regar los dones



Es sorprendente como la vida se agarra incluso al hilo mas fino para salir adelante. Ayer salí a pasear que es una de las formas de vivir que mas me llenan. No había cruzado el umbral del portal, cuando las primeras gotas hicieron su aparición. No lo dude y me lancé a tumba abierta a disfrutar de la tormenta veraniega; estaba empezando y su magnitud era aun una incógnita. La incertidumbre de las cosas insignificantes a veces me produce un agradable cosquilleo de emoción. ¿Cuatro tristes gotas?, ¿Chubasco breve pero intenso?...
Yo prefería lluvia persistente, de verdad y la fortuna me hizo un guiño. Continué mi paseo observando las variopintas reacciones del personal. Éramos pocos los que nos manteníamos estoicos bajo el aguacero, la mayoría se refugiaban en los soportales o formaban corrillos bajo las marquesinas de los locales. Los mas previsores lucían orgullosos sus paraguas, que habían vivido horas dormidas olvidados en el fondo de los bolsos. También los avispados recorrían las calles, presurosos, voceando: "Paraguas tres euros", confiados en rentabilizar su inversión antes de que la lluvia cesara.
Empecé a derrapar dentro de mis propias sandalias, pero seguí mi camino, disfrutando del refrescante aliento que las nubes me obsequiaban. Una sonrisa plácida se dibujaba en mi tez. Busqué alguna expresión cómplice a mi alrededor y no tarde en hallarla; junto a la alcantarilla, jubilosa, ella también se empapaba de lluvia. Sentí, una vez mas que la resistencia, al final, tiene su recompensa ...

Juliki (humedecido)

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