viernes, 8 de mayo de 2009

Rescatado del olvido I



Soy peatón. Si, ya se que no parece mucho, ni tan siquiera parece interesante, pero ser peatón es algo apasionante que uno no decide sin mas, ¿o tal vez si?. Yo soy peatón un poco por decisión propia y un mucho por cuestiones genéticas. Ya se que suena extraño, pero a toda mi familia le falta un algo en el ADN que nos incapacita para situarnos a los mandos de un vehiculo a motor, pero esa es otra historia que ya habrá tiempo de relatar en el futuro …
El peatón es un bicho raro, una especie al borde de la extinción. Es mas que eso, es un superhéroe a pecho descubierto; sin capa ni superpoderes, solo con la superconvicción de defender sus derechos y su cuerpo perecedero como parapeto, dispuesto a plantar cara a esa mutación que surge cuando un humano se sitúa al volante de un coche y siente la sensación de velocidad correr por sus venas.
Superman, Spiderman o el Hombre Antorcha tienen algo con lo que combatir a sus enemigos, el peatón solo puede dar un paso decidido, situarse frente al coche que pretende saltarse el semáforo y esperar que los frenos ABS sean tan buenos como dicen los fabricantes de coches en la tele. Y todo ello ante la atenta mirada de un único testigo, ciego, sordo y habitualmente mudo: el puñetero muñequito verde, que nunca se presenta en el juzgado a testificar a tu favor en caso de conflicto.
Hay dos clases de peatones: el que reivindica su derecho en los semáforos y otro, mas osado, que en un autentico estado de enajenación mental, pretende que dicho derecho sea aplicable también al paso de cebra.
El peatón debe estar siempre en plena forma; porque cuando afronta el reto de cruzar un semáforo, después de esperar pacientemente a que el eterno muñequito rojo se transforme en verde, debe con un ágil movimiento de cadera y simultaneo retroceso esquivar los dos o tres vehículos que indefectiblemente se saltan el semáforo. Recuperado del escorzo y después de palparse para comprobar que su integridad física este intacta ¡Tiene que correr! Porque antes de llegar a la mitad del trayecto que separa ambas aceras, el muñequito verde comienza a difuminarse en un enloquecido parpadeo. Es un momento de autentico pavor , donde el peatón debe realizar, en cuestión de segundos, un complejo calculo memorístico, todo ello sin dejar de desplazarse hasta la otra acera salvadora: ¿Este semáforo será de 6, 8, 10, o 16 parpadeos? Lo habitual es 8, pero un lapsus en el recuerdo es lo que diferencia un peatón avanzado en posición erguida de un expeatón horizontalizado y maltrecho.
El paso de cebra es su otro territorio comanche, pero si me apuras, mas osado, mas salvaje: el viejo oeste. Aquí no hay testigos y es el peatón el que decide cuando cruza. Mira al vehiculo acercarse en la lejanía e intenta escrutar si el conductor tiene intención de parar o anda revisando el GPS, atendiendo el móvil o regañando a los niños que hacen cabriolas en el asiento trasero y entonces decide. Es como apostar a la ruleta, pero en este caso si ganas, el premio es únicamente poder volver a intentarlo al día siguiente …
La reacción de los conductores al ver que un peatón se interpone en su trayectoria es de lo mas variopinta:
Esta el piloto que secagaentuputamadre, mientras acelera. En contraposición y para ser justos existe el que hace lo que debe y para cuando le toca.
También existe el que levanta la mano en señal de disculpa, mientras su neumático lija la puntera de tu calzado. Yo le llamo el perdonaperotejodes y estoy convencido que en otra vida fue peatón.
Otro es el que da un volantazo tipo rally , pero no nos engañemos, no es que intente no atropellarte, es que pretende esquivarte para poder pasar el semáforo a pesar tu presencia.
Pero de todos ellos, mi preferido es el que tras frenar, baja la ventanilla indignado y te acusa de haberte abalanzado sobre su coche. Con este tipo vuelvo a mi infancia, me veo sentado frente al televisor viendo el Barrio Sésamo que tanta sabiduría aporto a mi persona; y rememoro a Draco enseñándome los números y cuento con el hasta nueve, para ya calmado dirigirme a este conductor y educadamente indicarle:
Tiene razón caballero ha sido una imperdonable imprudencia por mi parte. He estado con mi cuerpo de carne punzante apunto de arañar su queridísimo coche de suave chapa metálica. Discúlpeme, en que estaría pensando yo . ¿tal vez en cruzar cuando me corresponde?
Todas las mañanas, después de la ducha me enfundo mi coraza recién lavada, ese pellejo que protege al peatón y salgo dispuesto a sortear con éxito todos y cada uno de los semáforos y pasos de cebra que separan mi buhardilla de mi trabajo. Parece sencillo, pero se que es la primera tarea de la mañana y se que debo hacerla a la perfección, pues me va la vida en ello.
Y quien sabe, tal vez algún día a base de insistir, los conductores se conciencien de que el peatón también existe o puede que solo sea el delirio de una simple mosca cojonera ilusa …


Juliki (¿o mosca cojonera?)

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