viernes, 29 de mayo de 2009

Rescatado del olvido IV



La vida no siempre da insatisfacciones, en ocasiones nos obsequia con triunfos banales pero que reconfortan.
Hace unos años hice un fantástico viaje a Florencia y Roma, aunque seguro que mi compañera de aventuras no opinaría igual y me recordaría que nos dejaron tirados en el aeropuerto, que yo perdí la mochila, que discutimos y … Nada grave, al final nos devolvieron algo de dinero, mi mochila apareció intacta y lo mas importante: disfrutamos …
Como es lógico visitamos muchas cosas pero donde realmente comienza la anécdota fue en la visita a San Pedro, cuando yo, feliz de la vida, me dirigía con paso animoso a la entrada y un individuo trajeado, con cara de pocos amigos y un pinganillo en la oreja me puso la mano en el pecho y tras farfullar algo que no entendí me señalo hacia el suelo. Yo pensé para mis adentros ¡no jodas has vuelto a pisar una mierda y vas pringándolo todo! Claro, este amable señor te prohíbe la entrada para no manchar el templo ¡Con toda la razón! Me limpio los pies y listo.
Mire avergonzado hacia abajo y ante mi sorpresa allí solo estaban mis zapatillas, el mismo 42 que calzo desde los 12 años y que tantas burlas propició en mi infancia. De la supuesta caca canina ni rastro. Estaba en la susodicha inspección ocular cuando mi compañera me tomó del brazo y arrastrándome hacia la salida empezó a abroncarme. Me calló la mundial …
- Si ya me lo imaginaba yo, ahora ya no nos dejan pasar. Y como se te ocurre venir con unos pantalones pirata … Tendremos que volver al hotel a que te cambies o comprarte unos pantalones mas largos ¿pero donde si aquí solo hay postales? …
Mi neurona aturdida entendió el problema. Incrédulo le pregunte:
- ¿Me estas diciendo que por los tres centímetros de pierna peluda que quedan entre el calcetín y el pantalón nos han prohibido la entrada?.
- ¡Pues claro ! Pareces tonto …
Me quede de una pieza. Mi cerebro indignado me indicaba que aquello no podía quedar así. Porque vamos a ver, si a Jesucristo que esta crucificado con un mísero taparrabos le dejaron entrar en el reino de los cielos, a mi, por unos pelillos no me iban a dejar acceder a San Pedro. Están locos estos romanos …
Recordé entonces las palabras que me dijo en una ocasión la madre de un amigo:
-Cuando te enfrentas a una situación que crees injusta te vuelves demasiado obstinado. Eres como esa mosca cojonera que viendo la calle al otro lado del cristal se empeñaba una y otra vez en golpearse infructuosamente con el . En la vida lo vas a pasar mal, porque las mosca cuando llegan a ese punto suelen tener dos finales; o mueren aplastadas en el cristal (en la mayoría de los casos), o encuentran un resquicio en la ventana entreabierta y logran su objetivo (las menos).
-Pues tendré que aprender a ser del segundo tipo, le dije yo en su día …
Abandoné los recuerdos y volví a la realidad. La mosca cojonera que hay en mi sonrió y le dije a mi compañera vamos a entrar … Ahora.
Ella me miró desconfiada, mientras yo con parsimonia, abría mi mochila y sacaba de ella el pasaporte a la rendija del ventanal: mi pareo. Me lo puse. Cumplía todos los requisitos, me tapaba hasta los pies y era discreto y recatado.
Lo lógico hubiera sido no tentar a la suerte y pasar delante de un guardián de dios distinto al anterior, pero mi vena reivindicativa me obligó a buscarle y ponerme delante de el. Movió los labios como si quisiera decir algo y se quedó boquiabierto mirando mi vestimenta. Avance con paso decidido, la ventana estaba entreabierta y la mosca se deslizó presurosa, en este caso al interior de San Pedro.
Dentro, superada la tensión de la entrada decidí soltarme la coleta y dejarme el pelo suelto. Varios grupos de turistas me miraban, sonreían y cuchicheaban.
- Comentaran que pareces el Mesías con esas pintas, dijo mi compañera .
- ¡Que va! Es lógico que se sorprendan: no todos los días se ve una mosca cojonera ataviada con faldas en la casa del señor, comente yo.
- ¿Cómo?
- Nada cosas del pasado, ya te explicaré …

Juliki ( que aun revolotea)

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