jueves, 14 de mayo de 2009

Rescatado del olvido II


Suele decirse que los niños vienen con un pan debajo del brazo y en mi caso no fue distinto. Llegue a la hora de comer y en lugar de pan, vine con una quiniela de catorce; de esas modestas, que no te retiran de trabajar, pero que permitió a mis padres comprar su primer televisión en blanco y negro. Crecimos juntos y mientras el médico me recetaba inyecciones, la tele sufrió la visita del técnico para cambiarle alguna que otra lámpara. Compartíamos espacio y nos acostábamos juntos. No, no os asustéis, no es ningún tipo de perversión sexual con máquinas, simplemente es que yo dormía en el salón y la tele reposaba sobre mi cabeza. Aun hoy en día, cuando visito la casa de mis padres, me admiro de la obra de ingeniería que diariamente se desplegaba en el salón a la hora de dormir … Primero se corría la mesa que se situaba junto al aparador, se retrasaban los sillones apenas unos centímetros y a continuación como surgiendo de la nada el gran despliegue técnico, que aun hoy en día me maravilla. Surgían las dos camas muebles (la mía y la de mi abuela Amalia) que dispuestas en forma de “ele” rellenaban todo el espacio del salón dejando un minúsculo pasillo que comunicaba los sillones con la puerta. Todo milimétricamente calculado, hasta el punto que entre el sofá y las camas cabían a duras penas las piernas de una persona que sentada se quedara a ver la tele. Así fue como muchas noches me dormí arrullado por el ruido de fondo del televisor, o me quedaba alerta fingiendo estar dormido, escuchando, pero sin poder ver lo que había en la tele …
Tu nombre es Tobi, negro. ¿Cómo te lamas?
Kunta Kinte … Rass …
Aun resuena claramente el latigazo en mis oídos y me estremezco como si fuera yo el azotado con solo recordarlo. Crecimos, o mejor dicho yo crecí y el televisor envejeció. Pasamos buenos momentos, recuerdo los chiripitiflauticos, a los hippies de Un globo, dos globos tres globos, el aprendizaje con Barrio Sésamo, ese que aun hoy día continua …
Mención especial merecen las series de dibujos animados, infinidad de ellas con imborrables recuerdos … Siendo un adolescente y quien sabe si como callado homenaje a mi tele en blanco y negro, otro compañero y yo organizamos una competencia para ver quien recordaba más series de dibujos de su infancia, y para autentificar el recuerdo era imprescindible además del título, tararear parte de la cancioncilla de la misma, de manera que fuera reconocible. Parece una chorrada, pero fue apasionante. Cuando empatamos a diez, el repertorio parecía agotado, al llegar a quince cada uno, chirriaban nuestras neuronas y varias canciones se negaban a aflorar El empate a veinte fue festejado por los compañeros que se arremolinaban a nuestro alrededor. Cuando surgiendo de lo mas profundo de mis recuerdos identificaron ese torpe tarareo como la canción de mi serie 22 me vi vencedor … Perdí, mi amigo quizás iluminado por los colores de su tele en color llegó a 23. Perdí, pero disfrute como pocas otras veces con esa mezcla de superación personal y viaje al pasado … Rebuscando entre aquellas series no puedo menos que elevar un homenaje a una de mis preferidas: Los autos locos. Me gustaba, entre otras cosas, porque independientemente de si eras simpatizante de Pedro Bello, Penélope Glamour, Matthew y su pandilleros o el profesor Locovich, todos y cada uno de ellos podían llegar a ganar la carrera … Bueno todos no, no era perfecta, y el pobre Pier Nodoyuna y su “fiel” Patán no llegaban nunca a ganar, pero si eso hubiera ocurrido, para mi hubiera sido la serie perfecta … De ella aprendí que todo era posible, y que siempre se puede volver a intentar. Su famoso comienzo con la frase ¡"Y allá van de nuevo...!" era un aliciente para seguir en la lucha de la vida. Guaperas, modelos, militares, investigadores, gángster, aviadores, monstruos, granjeros, primitivos y malos, todos juntos en la carrera de la vida, mas o menos como la realidad cotidiana que nos acompaña …
Y es lo que tiene la vida, uno va tranquilamente paseando, con los recuerdos de su infancia en la mochila y de repente, en el lugar mas insospechado resurgen sus “héroes” de infancia, como si nunca se hubieran marchado … El otro día paseando, gire la cabeza y boquiabierto vi que me adelantaba el Troncomovil de los hermanos Macana. Y es que hay cosas que siempre viajan y viajaran con uno …
.
Juliki (nostálgico).

2 comentarios:

  1. jo,mis noches eran un implacable duelo entre quedarme leyendo a escondidas, o disfrutar de la tele a escondidas... Tenía la sensación mágica que todo era posible, y cuando por fin el sueño me vencía mi cabeza se llenaba de fantasías mágicas que edulcoraban una realidad a veces un poco fea... Mantengamos los recuerdos que nos han ido formando a tantas generaciones, yo tenía tele en color, pero la dejaba en blanco y negro porque siempre me ha parecido la perfecta envoltura de los sueños.

    ResponderEliminar
  2. Los recuerdos y los sueños deberian verse en blanco y negro o en sepia para diferenciarlos de la realidad, y que no se notaran los retoques con los que el paso del tiempo y la memoria maquillan aquello que sucedio en realidad o anhelabamos que pasara.

    ResponderEliminar