lunes, 7 de septiembre de 2009

Intimidad recobrada



Hoy me vinieron varios nombres a la cabeza, surgieron de esa memoria ambigua, capaz por un lado de olvidar multitud de acontecimiento y por otro, de apresar a perpetuidad un nombre, un aroma, la sensación de una caricia o una tristeza insondable.
Eran compañeros de infancia, de juegos, de clase. Unos amigos, otros no hubo tiempo de llegar a tenerlos por tales. Aun así, forman parte de una etapa de mi vida, parte de mi, de lo que soy ahora. Nuestra interacción espacio-temporal dejó huella en mi persona. Ellos y otros que vinieron después me ayudaron a crecer, con experiencias compartidas, a madurar en los errores y a festejar aciertos.
Me pregunto que habrá sido de ellos: ¿Cuantos seguirán indemnes en la carrera por ser adultos?. ¿Cuales envejecieron precozmente en el trayecto? ¿Quienes habrán tirado la toalla?. ¿Cuantas bajas se habrá cobrado la guadañadora siempre atenta?
En realidad es un pensamiento infructuoso. Yo querría redescubrir al niño que fueron mas que al adulto que les ha poseído con el paso del tiempo. De ese niño tal vez no quede nada o simplemente conserven una mirada, el atisbo de una sonrisa o un recuerdo que su adulto de hoy no consiguió desterrar al olvido.
Lo sé, podría buscarlos en facebook o acudir una reunión de ex-alumnos, pero sería absurdo intentar el reencuentro. No es posible. Tan solo se juntarían un montón de extraños intentando impresionarse mutuamente y hablando de sus "logros" en la vida. No busco eso. Yo querría conocer los miedos de entonces de Esperanza López del Hoyo, o las inquietudes de José Ignacio Legüina Arazamendi, o los anhelos de ...
Tomo reflexivo una canica solitaria del cenicero; inmediatamente percibo el fino polvo que impregnaba mis manos, el olor a tierra recién escarbada para hacer el gua. Siento la rugosidad del bordillo presionando el trasero y el peso frío del bolsillo del vaquero repleto de canicas. Y allí está, tímido, silencioso, ensimismado en sus pensamientos, lleno de miedo a crecer. Levanta la cabeza y nuestras miradas se encuentran. Nos reconocemos en el devenir del tiempo.
Abro los ojos y desaparece. Sonrío, se que no se ha ido, sigue agazapado en mi. Es cuestión de tiempo que hablemos y me cuente, ya sin miedos, su versión infantil ...

Juliki (reencontrando a su "ninio")

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