domingo, 21 de junio de 2009

Rescatado del olvido VII Bis



... Tras cumplir los doce tuvimos nuestras primeras vacaciones familiares: Por fin iba a ver el mar. Después de un viaje eterno en autobús dejamos las cosas en el apartamento y mi padre me acerco a la playa para que conociera el mar. Flipe
¿Quieres bañarte? Me pregunto mi padre … No lo dude ni un instante, me metí entusiasmado, aquello era mas grande y mejor de lo que había imaginado. Estaba tan ensimismado mirando la inmensidad del mar como un idiota que la tercera ola me tumbo, caí bocabajo, intente incorporarme y recibí una colleja en forma de nueva ola. Oía el zumbido del agua a mi alrededor, apoye los brazos y el siguiente golpe de mar me arrastro como un saco de patatas. Cuando otra ola me golpeo en el cogote y volvió a sumergirme pensé. Joder también es mala ostia ver el mar por primera vez y ahogarse todo en el mismo día; bueno al menos he podido “saltar” dos olas (me habían dicho que molaba), claro que también me dijeron que el mar me sentiría como pez en el agua y realmente mi único parecido con un pez eran esos inútiles intentos por conseguir aire y no agua a base de boquear ... De repente vi el cielo, el mar y levitaba ¿será esto morirse pensé? Tosía y me salía esa mezcla de mocos y agua de mar por boca y nariz.¡Buena señal! Jadee aliviado, me aferraba a la vida con la misma energía que mi padre me alzaba sobre las olas sujetándome del hombro y el bañador. ¿Estas bien? Tienes que tener cuidado, recuerda que no sabes nadar …
Si, si tendré cuidado conteste a salvo en la orilla.
¡Se acabo, pensé! O vuelvo a Madrid sabiendo nadar o no vuelvo claro que con este comienzo existe la posibilidad que me acaben llevando a la fuerza … en una caja de pino.
Me obstine. Todos los días lo intentaba un rato, torpemente, sin progreso alguno … pero sin desistir de mi empeño. Es una característica que tenemos los de la especie de las moscas cojoneras: la insistencia …
Un día estábamos en el agua lanzándonos el balón, me lo tiraron y paso sobre mi cabeza, fui a buscarlo, a medida que me acercaba el se alejaba y yo detrás. De repente escuche que me chillaban, me volví y … la orilla estaba lejos, realmente lejos y alli ya no hacia pie: Estaba nadando. No sabia muy bien como había llegado allí, pero la alegría apenas me duro unos segundos. Abandone el balón, me di la vuelta y aunque calcule que no llegaría me puse a bracear como un poseso. Hay que joderse pensé de nuevo, uno aprende a nadar y el mismo día va y se ahoga por perseguir un puto balón de playa. Hay que ser insensato, si ni siquiera es mío. Llegue a la orilla extenuado, pero estaba orgulloso. Pensé que me darían una ovación, que me felicitarían, me sentían mayor, como si hubiera crecido … Me lleve una monumental bronca, me trataron como el niño que era, pero no me ofusque, por dos veces había vuelto a la vida, cuando me vi perdido y ¡Sabia nadar! …
Al verano siguiente no me apunte a los cursillos, y solo eche de menos el boni que me comía al salir de la piscina y la sensación de alivio de abandonar la tortura. Ha pasado el tiempo, he vuelto a comer algún boni pero ya no me saben tan ricos como antes ¿Serán distintos o el diferente soy yo? Tal vez la diferencia es que, en la infancia tras la “tortura“, cualquier pequeño manjar tiene un gusto especial, sabe a libertad …

Juliki (Braceando por salir a flote)

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