sábado, 27 de junio de 2009

Rescatado del olvido VIII



Siempre me he preguntado que parte de nosotros es achacable a lo que heredamos de nuestros progenitores (genética) y cual corresponde a las influencias de lo aprendido del entorno (cultura). La verdad es que no suelo tenerlo claro, pero he de reconocer que me resulta mas atractiva y misteriosa la influencia genética …
La genética será la responsable, digo yo, de un curioso impedimento que sufre mi familia en el manejo de vehículos a motor y que viene acompañado de la mas absoluta falta de curiosidad sobre el uso de dichos artefactos que paso a contaros.
Ninguno de mis abuelos tuvo a bien conducir coche alguno, con o sin carnet, o al menos no hay constancia de ello en la historia familiar. Hasta ahí nada anómalo, mas aun, teniendo en cuenta su escasos recursos económicos.
Mi madre, ama de casa como muchas de su generación, fue y es un autentico fenómeno pilotando la maltrecha economía familiar, creo que con esa heroica tarea no tuvo tiempo ni de plantearse lo de conducir, lo cual tampoco es nada extraño.
Con mi padre, la cosa ya empieza, cuando menos, a ser rarilla. El, durante 50 años, trabajo como mecánico (de los que arreglan vehículos a motor) y en todo ese tiempo, nunca jamás, paso por su cabeza la idea de hacerse con un coche, sacarse el carnet, ni tan siquiera sentir la mas mínima curiosidad por la conducción. Mi padre obviamente es un tipo peculiar, pero que puedes esperar de alguien que ni fuma ni bebe, ni … y se apellida Vicioso Alcohol … ¡Y no es coña, palabrita del niño Jesús!
Con esos antecedentes, la influencia cultural, podía haber llevado a que mi hermana o yo hubiéramos mostrado unas irrefrenables ganas de lanzarnos a la conducción, aunque solo fuera como acción-reacción ante nuestros predecesores. Pero nasti de plastic, que decíamos cuando eras pequeños.
En mi infancia lo mas parecido a una afición por los coches fue querer, como el resto de los niños, tener un scalectrix. Ya os contaré que paso con ese tema pero os adelanto que los reyes magos deben seguir jugando aun con mi scalectrix y paseando en mi bici, porque hasta la fecha continúan sin atender mis peticiones al respecto.
Mi primera experiencia con la conducción fue, como no, por obligación, en un Centro de Conservación y Producción Ecológica (Muy rimbombante el nombre, pero una mierda de sitio dicho sea de paso) donde tuve una beca-contrato ( con una birria de sueldo).
Allí un día , mientras cultivaba mis tomates, me encargaron acarrear el estiércol, osease caca de vaca; y para ello el monitor me dio una lección sobre el manejo del volquete. Inocente de el, pensó que como cualquier buen mozo en edad de merecer, lo de las marchas y el embrague era para mi pan comido y tras su breve demostración me dejo a solas con la tarea. Tarde aproximadamente 30 segundos en organizar la mundial, confundirme de marcha, meter la marcha atrás y dejar el volquete calado, clavadito en la cima del montón de mierda, a dos ruedas y en equilibrio algo mas que inestable. Bronca del monitor, risas de los compañeros, y yo metido en el estiércol hasta las rodillas …
En otra ocasión me toco “conducir” el tractor con su correspondiente remolque que en esta ocasión acarreaba a mis propios compañeros. Ya antes de sentarme al volante, podía oírse los cuchicheos entre los demás alumnos, pero que se atenuaron cuando el monitor se sentó a mi lado en la cabina para indicarme o mas bien vigilarme. Arrancamos y todo fue como la seda hasta que llego el momento de cambiar de marcha en la primera cuesta, para hacerlo, dada mi escasa pericia, agachaba la cabeza para mirar el pedal que tenia que pisar para cambiar la marcha, lo cual me hacia apartar la vista del camino y ocasionaba un “ligero” desvió en la dirección. Incluso ya antes acabar de meter la marcha comenzaba el murmullo que se convertía en estruendo de las voces de mis compañeros atronando en recriminaciones. El profesor sudaba y se esforzaba por corregirme e indicarme, yo me afanaba por intentar hacerlo bien y mis compañeros se desgañitaban en protestas, votando en el remolque cada vez que me salía del camino. No recuerdo cuantas veces cambie de marcha, pero nunca olvidaré que al llegar el clamor era unánime contra mi persona …
Desastre mayúsculo en ambas ocasiones que supuso el fin de la confianza que los monitores habían puesto en mi persona para la conducción, en la capacidad de superación humana, e incluso en la evolución de la especie…
Desde entonces mi relación con los coches se limita a un coche antiguo de Guisval miniaturas en metal, que conservo de mi infancia, a ejercer de pasajero en algún viaje y como peatón a esquivarlos en los pasos de cebra y semáforos cuando se empeñan en que me suba al capot …
Ya solo quedaba mi hermana pero su relación con los coches queda para el próximo día …
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Juliki (aparcando deficiencias)

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